18- ¿LIBROS DE AUTOAYUDA A MÍ?


         Mira que hay libros para mejorar la autoestima en el mercado, y mira que yo no fui nunca amiga de ellos porque me parecía que una cosa era la teoría y otra la práctica, pero al final, caí.
   “Cómo aceptarse a sí mismo”, “Cien maneras de quererse”, “Mi autoestima y yo”, “¿Dónde está mi orgullo?”

     Cualquiera de ellos era efectivo mientras lo estaba leyendo, porque me identificaba con muchas de las cosas que allí se decían, algunas veces pensé que los habían escrito especialmente para mí, porque se mencionaban características de las personas  que tenían baja autoestima, y no era que yo tuviese alguna de aquellas características, es que las tenía todas. Otras veces pensaba que si había en el mundo tanta gente que se identificaba con ese tipo de libros, yo no era más que una de tantas, bastante poco original, por cierto, porque de seguir así, lo normal sería que nadie tuviese la autoestima en su sitio. Estaba claro que si los autores continuaban escribiendo libros del mismo tema, era porque los vendían bien, y si eso ocurría era porque había mucha gente que los necesitaba, como yo, o sea, que hasta en eso era una del montón.
       Como se ve, los efectos que producían en mí ese tipo de terapias, eran todo lo contrario de lo que se pretendía, así que, dejé de comprarlos para volver a leer mis novelas de siempre, las que no te suben la autoestima, pero bueno, tampoco te la bajan, simplemente te distraen un rato en el que dejas de darle vueltas al coco y ya está, sin más complicaciones, sin intrigas, porque todas acaban igual. Tal vez no resuelven los problemas, pero tampoco los crean, a menos que se sea una ilusa, o sea, a menos que se sea...como yo.

 

  Poco a poco fui retirando del armario la ropa de antes y me fui habituando a utilizar la más moderna, ya casi no me encontraba bien ni yo misma con aquellas faldas largas o con los jerséis de cuello cisne, me veía ya más rara con la ropa de antes que con la nueva.

    A pesar de que mi éxito con Mario brillaba por su ausencia, al menos, hablaba conmigo alguna vez más aunque sólo fuese para insistirme en que me había equivocado con el cambio, que había perdido el toque especial que me había diferenciado de las demás, en fin, piropos de ese estilo que muy bien se podía haber ahorrado, porque a mí nunca me hizo falta nadie para desanimarme, lo sé hacer yo sola de maravilla.
     Pero tenerle cerca, mirarle a los ojos, a aquella boca que
me jorobaba con lo que decía, pero que al menos me hablaba, me hizo pensar en algún momento que todo el esfuerzo había merecido la pena. Claro que ese momento se me pasó enseguida, porque puede que yo no vaya causando infartos con mi belleza, pero no soy tonta, y no me daba por contenta con aquellas cuatro palabras desmoralizantes que se dignaba a dirigirme. Además, si tanto le había gustado antes, si tenía algo tan especial y de no sé qué más, bien podría habérmelo dicho en su momento y me hubiese ahorrado un montón de complicaciones.
       Empecé a vislumbrar que iba a lograr nunca ser el amor de su vida, tampoco tenía claro si estaba verdaderamente enamorada de aquel hombre o simplemente me gustaba a rabiar. Ya sé que ambas cosas no son incompatibles, pero la falta de experiencia en ese terreno, me hacía estar muy confusa.
     Sé que soy el contraejemplo de todo, el negativo de cualquier chica actual, que me sale todo al revés, pero ¿qué le voy a hacer? No por eso voy a cogerme de las orejas y tirarme a la basura. Y si un hombre me gusta y no puedo conseguirle, lo que tampoco voy a hacer es pasarme la vida dando bandazos por ahí al son que él toque.
    Con todas estas reflexiones, decidí que si a Mario no le gustaba mi nueva forma de vestir no sería yo quien volviese a cambiar por él, ya estaba bien de tanto ajetreo por una persona que al fin y al cabo no me había hecho el menor caso.
     Una vez más, me prometí a mí misma tratar de ignorarle, pasar de él, ya empezaba a compartir la opinión de algunos de que tal vez fuese el típico guaperas al que le iba la marcha, pero sólo los “rollitos” de una noche, un superficial sin ningún valor humano, sin ninguna virtud relevante.
   ¡ Vaaaaaaaale!  Reconozco que, a veces, importan muy poco los valores humanos y las virtudes relevantes, sobre todo si Mario se acercaba a mí, si me sonreía enseñando aquellos dientes que parecían puestos allí por un arquitecto de tan perfectos como eran, o si se le caía un poco el flequillo a un lado de la cara como si te pidiera a gritos que se lo colocases, es verdad que en esas situaciones me daba igual lo que tuviese por dentro porque yo con lo de fuera ya me arreglaba, pero bueno, como argumento razonable para disfrazar un poco la cruel realidad, me valía, porque lo cierto, era que aquel “pelanas” como le llamaba Juanjo, no me hacía ni puñetero caso.
 Marta, que debía de estar hasta el gorro de mí, me animaba para que me decidiese a decirle algo, para que tomase yo la iniciativa.
       -Arriésgate, Puri, así no vas a estar toda la vida, sal de dudas, invítale a tomar algo y tanteas el terreno.
       Por mucho que me hubiera modernizado, lo que Marta me proponía era para nota, yo no me veía haciéndole ninguna proposición, ni honesta siquiera, ya de las deshonestas ni hablamos. Y mira que me doy cuenta de que hice cosas peores de lo que hubiera sido concertar una cita con un compañero de trabajo, porque cada vez que me acuerdo del intento que tuve de pasar con Nelson una noche loca, vamos, es que me pongo de todos los colores, eso que desde aquel día no puede ser más amable conmigo, me trata como si fuese su hermana, yo creo que le di lástima y por eso me tiene tanto cariño.
        -Ya está bueno, Purita, olvídate de ese muñeco, tú te mereces a alguien mejor, ya más nunca mires para él, hay cientos de hombres que se volverían locos por ti ¿vale?
         Eso era animar y lo demás, cuento. Aunque por más que mirase a mi alrededor yo no encontraba  por ningún sitio a aquellos "cientos de hombres" a los que se refería Nelson, y mira que con uno sólo de todos ellos me hubiera conformado.
       -Tenemos que ayudarla- le dijo un día Nelson a Marta cuando creían que yo no les escuchaba.
       -No podéis ayudarme a nada-les contesté para que se dejasen de planear nada a mis espaldas- además, no hace falta, ya no tengo dos años, y no voy a morirme por esta bobada.
       Ya era hora de que lo fuese asumiendo y dejase de dar la vara los demás, o me resignaba a ser eternamente la buena compañera para todo el mundo o ya le podía ir poniendo una vela a San  Judas Tadeo que mi madre decía que era muy milagrero, y además, a mí me venía que ni pintado porque era el patrón de los imposibles.
        Por eso mismo, después de unos días, y sin poner velas a nadie, me pareció  que se trataba de un milagro cuando Mario se acercó a mi mesa y de buenas a primeras me dijo:
      -Oye, Puri ¿Tienes algo que hacer esta tarde? Había pensado que tal vez te apeteciera tomar un café por ahí, me han dicho que han abierto una cafetería nueva no muy lejos de esta zona...
      En aquel momento no fui capaz de asociar los dos hechos que habían ocurrido en aquella mañana, y que por poco frecuentes debió de ocurrírseme que guardaban relación entre sí.  
      Además de que Mario me invitase a salir esa tarde, cosa increíble de por sí, hubo algo que ya me había llamado la atención antes, y fue verle por la mañana desayunando con Marta, los dos solos en una mesa. Se me hizo raro, pues Marta no simpatizaba en absoluto con él, pero aunque no era habitual, tampoco le di gran importancia, al fin y al cabo, Marta era muy comunicativa y hablaba hasta con las farolas, nada en ella era capaz de sorprenderme.
      Ya digo que no asocié ambos hechos, no se me ocurrió siquiera que tuvieran algo que ver, nunca trabajé como investigadora y creo que hice muy bien, porque ya se ve que lo mío no es ir atando cabos y sacando conclusiones.
       Cuando, a la salida del trabajo, le conté a Marta que había quedado con Mario no pareció muy extrañada.
      -¿Ah, sí? Eso es estupendo, yo también hablé con él esta mañana, no parece mal chico.
     -Sí, ya os vi, y ¿de qué hablabais?
     -Bueno, de cosas intrascendentes. Yo bajé a tomar café y le vi allí solo, no era cosa de hacer un desplante y ponerme en otro sitio, al fin y al cabo trabajamos juntos. Y fíjate, pensé que era más idiota.
      -¿Más idiota? O sea, que algo idiota sí te parece...
     -No es eso- se explicó- pero yo tenía razón, en el fondo es un tímido, pobre hombre.
     -¿Pobre hombre? Si hasta hace unas horas me decías que era un ligón y que no merecía la pena...
     -Ya, pero yo no sabía que tenía problemas...bueno, si habéis quedado, ya te contará, seguro que te habla de ello.
     Y por más que lo intenté y que le supliqué, no conseguí sacarle ni una palabra más, lo cual era bien raro, porque Marta era incapaz de saber algo y callárselo más de cinco minutos, sin embargo, aquel día no soltó prenda a pesar de haberme dejado completamente intrigada con aquello de “¡pobre hombre!”
    Sólo me dio un consejo, claro que era un consejo que lo reunía todo.
    -Sigue hasta el fin, no te cortes, y desde luego no vayas a ir contando que eres nueva en esta plaza, dátelas de experta, eso es lo que les va a ellos, como te vea cohibida lo llevas claro.
      Yo no sabía muy bien cómo tomarlo, porque ya no las tenía todas conmigo.
     Mira qué papelón podía hacer si me las iba dando de experta en la materia y luego resultaba que a él lo que le gustaba eran las clásicas, como en la ropa, ya podía yo luego cantar misa...
       Total, que opté por comportarme de manera natural, que ya es mucho decir, porque en mí, la manera natural es que me salga todo fatal, por eso decidí dejar el tema del sexo aparte, tampoco iba a ser llegar y besar el santo, no le veía yo tan ansioso, es más, a esas alturas ya estaba convencida de que para que Mario se acostase conmigo tenía que estar desesperado o que yo fuese la última mujer en el planeta, bueno, en todos los planetas.
      A veces, cuando te esfuerzas en que todo te salga natural, te queda  de lo más sofisticado. Me puse tan nerviosa que  era como cuando me examinaba en el instituto, porque en el fondo, aquella cita también suponía para mí una especie de examen, en el cual tenía que demostrarme a mí misma si sabía estar con un hombre, si sabía reaccionar bien, si era tan torpe como pensaba o todavía más.
     Y  yo creo que aprobé. Sí, porque a pesar de mis nervios y del traje ajustado que me había puesto, que como no estaba acostumbrada estuvo a punto de sacarme el intestino por la espalda, creo que me comporté de un modo bastante aceptable.
     Todo fue bien, por lo menos al principio.
     Tomamos un café, dimos un paseo, hablamos del trabajo, del tiempo, de la gente, qué sé yo, fue una tarde agradable hasta que sin más ni más me dijo muy serio:
     -Puri, quiero hablar contigo.
     Cuando te dicen algo así después de llevar horas hablando sin parar, se pueden pensar dos cosas: o que el acompañante en cuestión está completamente teniente y no se ha enterado de nada, o que todo aquello sólo ha servido para tantear el terreno y lo bueno está por llegar. Como sordo no estaba, descarté esa posibilidad y pensé que efectivamente, algo gordo iba a pasar.
      -Llevo mucho tiempo queriendo decírtelo, pero no me he atrevido...
Casi me dio un pasmo cuando le oí decir aquello, creo que hasta engordé de satisfacción, y mira que no me hace ninguna falta, pero es que aquellas palabras me sonaban a música celestial, a preludio de declaración, a algo serio que se escondía detrás de ellas, y por primera vez en mi vida, me sentí importante, me sentí el centro de atención, aunque sólo estuviésemos él y yo, me parecía que el resto del mundo tenía que haberse detenido, pues no podía haber en aquel momento nada más importante que lo que me estaba pasando.
   Podía ser que se tratase de una simple estrategia para conquistar a la tonta de turno, porque también me extrañaba aquel exitazo mío en un momento, con el tiempo que llevaba esperándolo, pero bueno, no había que ser pesimistas, alguna vez, tenía que pasarme algo bueno ¿no?
     -Dime lo que quieras- le contesté yo, por salir de dudas, más que nada.
     -Aquí no, vamos a un sitio más tranquilo.
     “Lo que yo decía- pensé- este se tiene aprendido el guión, y ahora intentará llevarme al huerto”. Me sentí un poco decepcionada, ya me parecía mucho triunfo para mí solita, pero él seguía insistiendo, con una cara  que yo ya estaba dispuesta a ir al huerto y a la huerta, donde hiciera falta.
     -Mira, Puri, no quiero que pienses mal de mí...
     Si era lo que yo estaba deseando, poder pensar mal de él de una vez, ya estaba harta de que todo el mundo se sintiera obligado a pensar bien conmigo, caramba.
     -Si quieres, vamos a mi casa...-me dijo tímidamente.
     Decidí sorprenderle. ¿No decía Marta que había que aparentar soltura? Pues hala, como si fuese la más suelta del mundo le dije:
     -Mejor vamos a la mía.               
    ¡Toma castaña! Ahí queda eso, y sin anestesia ni nada. Pensé que de soltarse el moño, mejor en casa propia, que yo soy muy despistada y me aturullo cuando cambio de domicilio.
     Y allí que nos fuimos, él callado, como si de veras tuviese algo grave que contarme, y yo, muy ancha, deseando que cuando fuésemos a entrar en casa se asomase algún vecino ( o incluso todos al tiempo), para una vez que llegaba a casa con acompañante, por lo menos que hablasen de mí, pero es inútil, cuando te quieres encontrar con alguien, no aparece, y si un día vas a por el pan en zapatillas y con legañas, te encuentras a tres o cuatro conocidos que se te quedan mirando con descaro y te preguntan si estás enferma.
    En fin, el caso es que con tanto misterio, ya me estaba poniendo negra, a ver si era que le ocurría algo grave al chico, que estaba enfermo, quizá incluso desahuciado, apunto de morir, y quería despedirse de mí o algo así.
     Pero mira que no le veía yo pinta de moribundo por más vueltas que le diese y además, ¿qué interés iba él a tener en despedirse de mí?
     ¿Sería posible que fuese a fastidiárseme también aquella tarde? ¿Hasta esa mala suerte iba a tener que para una vez que alguien se fijaba en mí se me iba a morir ? ¿Y si se moría en mi casa y luego me acusaban de asesinato y tenían que venir los de CSI a echar esos polvos blancos (¡¡Los de encontrar huellas, malpensados!!) por toda la
casa?   
     ¡Vaaaaaaaale! (otra vez) Igual últimamente he visto demasiada televisión, pero es que la cabeza va por libre y a la mía no hay quién la sujete, se pone ahí, a darle vueltas a las cosas y claro, luego me doy cada golpe con la realidad que no veas.
      Con toda esa intriga, y encima, aparentando que no me pasaba nada, que yo estaba acostumbrada a ir con amigos desahuciados mi casa, llegamos arriba y como no sabía lo que hacer, recordé cantidad de películas en las que la chica se dirige a una bandeja llena de botellas y le pregunta al chico qué quiere tomar.
    Yo no tenía ni bandeja ni botellas, así que lo rectifiqué un poco, respetando el sentido general de la escena.
     -¿Te apetece un cola-cao? – le dije.
     -¿Qué?-preguntó como si le hubiese ofrecido ponerse un chute- Ah, no, no gracias.
      Miré en la nevera, como no había ni soñado que terminaríamos la tarde en casa, no tenía nada preparado. Un par de coca colas y un tetra brik de leche desnatada, era lo único que había bebible así que no podía arriesgarme a que me pidiera otra cosa.
       -¿Qué tal una coca- cola? – le dije dejándole ya bastante claro lo que había.
       -Está bien, gracias.
       ¡Menos mal! La “chispa de la vida” me sacó del apuro y quedé bien con sólo abrir un botecito.
      Y así, de aquella manera tan inocente, tan tradicional y tan poco pensada por mi parte, nos sentamos en el sofá mientras él no sabía qué hacer con las manos, y a mí se me ocurrían un montón de ideas para tenérselas ocupadas, aunque ni una de ellas se atreviera a salir de mis labios. Por mucho que estuviese aprendiendo a ser más lanzada, estaba claro que me llegaba en primero de “lanzamiento” porque no había  manera de que terminase de soltarme del todo.

                                       

3 comentarios:

Cristian dijo...

lo lei completo ja interesante! algoporelestilo@live.com (cristian)

eveliin dijo...

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Anónimo dijo...

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