7-SOPLAN AIRES DE CAMBIO

    Aunque dicen que es un sentimiento muy español, yo creo que la envidia tiene que haberla en todos los países, además, incluso hay ocasiones en las que puede resultar beneficiosa si sirve para conocernos mejor a nosotros mismos, y eso fue lo que me pasó a mí.

No es que me hubiese creído nunca una mujer exuberante porque no lo soy, pero bueno, tampoco me había torturado con el tema, me parece que en el aspecto físico las opiniones son muy subjetivas y aunque siempre supe que no llegaría a “Mis Universo”, tampoco me planteé cortarme las venas por ello. Después de treinta primaveras encontrando el mismo cuerpo frente al espejo (cada vez un poco más estropeado, eso sí, porque por duro que sea, los años no pasan sólo para los demás), una termina, si no aceptándose del todo, como mínimo, acostumbrándose.
Nunca pude entender a la gente que sacrifica toda su vida para conseguir un cuerpo ideal. Ideal ¿para quién? Para los demás, para estar a la moda, para el escaparate...Porque si nos vamos unos años atrás, cuando la moda era estar bien entradas en carnes y cuanto más blancas mejor, más de cuatro finústicas de estas de ahora, que encima se tuestan al sol como una chuleta en la brasa, en aquella época harían el ridículo ¿no? ¿Alguien se imagina a Rubens pintando “Las tres anoréxicas” en vez de sus “Tres Gracias” bien orondas? ¿A que no?  O a Botero sin sus imágenes de gente entrada en carnes. Pues eso, está claro que lo de la moda es una tontería.

No puedo entender cómo puede uno perderse los pequeños placeres de la vida, desde un chocolate con churros hasta una buena siesta después de comer, y encima pasando calamidades, porque se machacan con el gimnasio, el footing, las pesas, y todas las demás torturas chinas que emplean para satisfacer su obsesión de quemar calorías.
Pero ¿qué calorías van a quemar si no comen nada más que cuatro pijaditas light? Que vamos, yo no soy glotona ni digo que haya que serlo, pero donde esté la comida de verdad, que se quiten esos engañabobos.





Y mira por dónde, teniendo las ideas tan claras, tuve que encontrarme en mi camino con una persona como Marta, que es como una especie de antítesis de todo lo que yo pienso, y poco a poco me di cuenta de que la rara no era ella, sino que la que destacaba por no hacer la dieta de la alcachofa, de la cebolla, del melón o de las espinacas, era yo, porque el resto de los mortales, el que más y el que menos, todos estaban apuntados a alguna de esas maravillas.
-Deberías venirte con nosotras a "pilates", Puri, en un par de meses estabas nueva- osó decirme un día Marisa, otra compañera de oficina, y no es lo malo que osara, sino que además, me miró así, de arriba abajo, como si necesitase una reparación en general.
 ¡Pero bueno! ¿Dónde decía que yo necesitase sentirme nueva si todavía no me había sentido vieja? Si yo me veía estupendamente, bueno, como dirían ellas, "divina de la muerte".
-Mira, vente con nosotros al “Body light”, a mí, en un mes, me quitaron cuatro kilos.
“¡Qué pena!” pensaba yo, “tener que pagar dinero y encima que te quiten cosas, vamos, es que no lo entiendo”. Y eso sin mencionar cuando salíamos juntos a tomarnos algo. Que si no te pongas azúcar, que si no tomes cola-cao que engorda, que si no te conviene eso porque a nuestra edad hay que cuidarse...
¿Cómo que a “nuestra edad”? Hay que cuidarse siempre, digo yo, nuestra edad no es más que el resultado de no haber nacido más tarde y de no habernos muerto hasta ahora, o sea, que la cosa es impepinable, si no quieres palmar, tienes que ir cumpliendo años, no hay más.
-Mira, Puri, no es por incordiarte, pero si me dejas, te pongo a dieta, te llevo conmigo a “musculación” y en nada de tiempo te pareces a Penélope Cruz, te lo aseguro.
-¡Pero bueno! Es que yo no quiero parecerme ni a Penélope Cruz ni a Manolo Escobar, yo soy yo, y soy como soy, no sé por qué tanto lío.
Si yo era contundente y cabezota, ella lo era más aún, debía de verme como una especie de ballena marina a su lado. Yo con mi talla 46-48 y ella con aquellos pantalones tan ajustados que si estornudaba, seguro que reventarían por algún lado.

Y ese era otro frente de batalla, la ropa.
-Mirad lo que me he comprado- dijo un día no sé quién, porque esta frase era de lo más habitual en cualquiera- ¿A que es ideal?
-A mí no me gusta- dije yo de lo más sincera.
-¿Pero cómo no te va a gustar si es una copia perfecta de un modelo de Amaya Arzuaga?
-Será de quien sea, pero no me gusta- insistí, porque la verdad era que no me gustaba nada.
-Sí, claro, es lógico, tu estilo es más...clásico.
La verdad es que yo no le di mayor importancia al tema, y ni me hubiese vuelto a acordar de no ser porque Marta, lo sacó a colación cuando bajó por la tarde a casa a tomarse un cafetito de esos que empiezan a las cuatro y terminan a las diez de la noche.
-Purita, si no te enfadases tanto, te diría una cosa.
En realidad, me lo hubiera dicho igual, estoy segura, porque cuando ella tenía algo en mente, o lo soltaba o explotaba, así que no hizo falta ni que yo abriese la boca para animarla a seguir.
-Realmente creo que tú y yo tendríamos que salir un día de compras. ¿Qué te parece?
-Me parece bien- le dije sin saber todavía por qué se suponía que yo tendría que enfadarme- ¿Qué quieres comparte?
-No, no, si yo no me voy a comprar nada, es para ti, deberías renovar el vestuario, lo que llevas está bien, pero no sé, quizá necesitas otro aire un poco más actual, parecerías mucho más joven.
Justo entonces entendí lo del enfado, incluso fue cuando realmente me enfadé.
-¿Cómo que un aire más actual? ¿Cómo que parecer más joven? Yo suelo ir con trajes de chaqueta, pero también me pongo vaqueros, jerséis, camisetas ¿eso no es actual? Además, yo tengo los años que tengo, y no me apetece aparentar menos ¿para qué? No entiendo ese afán de estar continuamente queriendo dar el pego.
-Mujer, no te pongas así, yo sólo digo que te vendría bien cambiar de imagen, ir un poquito más a la moda, no sé...
No lo entiendo, no puedo comprender por qué hay que seguir unas determinadas normas para todo, me niego a ponerme lo que sea del gusto de cuatro modistos más o menos famosos que son los que dirigen el cotarro, y como es la moda, lo de menos es si te queda bien o vas haciendo la birria, lo importante es ir a la última. Para colmo, esos trapitos valen un ojo de la cara sólo por ser “moda”, y con el sueldo mío lo tengo bien claro: o como o voy a la moda, y, francamente, puestos en esa tesitura, me inclino por seguir con mis vaqueros.
-Hija, Puri, que hay que estar al día, hay que cuidar la imagen, que con esos pantalones cuadrados pareces Bob Esponja, maja...

-¡Hay que fastidiarse! ¿Acaso yo no cuido mi imagen? ¿Voy sucia? ¿Voy despeinada? ¿Huelo mal?- dije ya fuera de mis casillas.
Y siempre lo mismo, siempre ese empeño de imitar a este o a aquel, envolviéndose en una apariencia de cara a los demás, que no sé yo el chasco que tiene uno que llevarse cuando por la noche te desnudes y te encuentres lo que realmente eres, menuda depresión deben de coger algunas, y menuda impresión cuando se levanten de la cama y se vean por la mañana en el espejo.
-Todo es para vender-traté inútilmente de convencerla- todo es un montaje para que compremos, para que gastemos el dinero en lo que no nos hace falta ¿no te das cuenta? Todo eso del fondo de armario y las nuevas tendencias no son más que pamplinas para que cambiemos cada poco la ropa, porque si no, fíjate, con lo que dura un traje, los modistos no hacían ni un céntimo.
Pero no, claro que no se daba cuenta, ni falta que le hacía porque era muy feliz así, y lo veo bien, cada uno es feliz a su manera, pero ojo, a mí que no me intenten convencer de que sus ideas son las mejores.
-Mírate Puri, esos vaqueros son de hace diez años, hija.
-Mírate tú, guapa, esos vaqueros serán de hace dos días pero los tienes rotos por todos los sitios, y por muy de moda que esté ir con esos agujeros, yo me niego ¿qué quieres que te diga? Prefiero mis pantalones enteros por muy anticuados que sean, Marta, que cada vez que te agachas se te ve medio culo con esas ranuras que tienen. ¿Y qué me dices de los tacones? Si eso es como para no atreverse a andar sin red por la calle, porque te caes de ahí y te matas.
-¡Mira, contigo no se puede hablar!
Quería dar por terminada la conversación, pero yo ya había cogido pista y no había quién me parase.
-Sí que se puede hablar conmigo, pero tienes que reconocer que tengo toda la razón, que si hace unos años hubiésemos visto por la calle a alguien con los pantalones rotos, le hubiésemos puesto de todos los colores, pero hoy no, porque como la moda lo ha puesto en auge, porque desde América o desde Fernandopó dicen que ahora es así como tenemos que llevarlos todos, pues hala, todos como borreguitos, como Barbies "megapijas" y los diseñadores, modistos o vendedores, lo que sea, a llenarse los bolsillos mientras se parten de risa a costa nuestra. ¿Tengo razón o no?

-Ninguna- contestó.
Desde luego, mi alegato no logró conmoverla lo más mínimo, ella siguió comprando sus pantalones estilo pordiosero y yo seguí llevando mis vaqueros de toda la vida y mis trajes sastre.
Marta seguía achacando mi forma de pensar a la vida que había hecho hasta entonces, a la influencia que mis padres hubieran podido ejercer en mí, para ella era inimaginable que yo pudiese actuar así por mí misma, sin presiones de ningún tipo.
-No se puede vivir tanto tiempo con los viejos sin terminar siendo vieja también, y eso es lo que te ha pasado a ti, que piensas como si tuvieras setenta años, y no los tienes, Purita, no los tienes.
-No creo que eso tenga nada que ver, siempre tuve mi propia forma de ser, mis padres no me han impuesto nada a la fuerza.
-Pero influye, el ambiente en que uno vive, las personas que le rodean, sus opiniones, todo influye en nosotros aunque no queramos, y tú, aunque no te hayas dado cuenta, también te has dejado influir por ellos, y deberías de una vez por todas, rejuvenecerte un poco, aunque sólo sea en tu manera de pensar.
Ahora veo que realmente Marta también tenía su punto de razón, pero ¿quién tiene la culpa de eso?
Antes, los chicos y las chicas jóvenes se independizaban de los padres en cuanto tenían trabajo, se casaban pronto y enseguida formaban una familia, pero ahora las cosas se complican porque al no haber trabajo, o esperas eternamente a que haya un hueco en lo que tú quieres o empiezas a trabajar en “lo que sea”,pero mientras tanto, sigues viviendo con tus padres por si acaso...No se quiere perder la seguridad que da el hogar paterno, porque sabes que por mal que vengan dadas, allí nunca te faltará de comer y además, te lo dan todo hecho sin cobrarte un duro, a ver dónde encuentras un hotel de esas características y encima con trato familiar.
Lo que pasa es que llega un momento en que tienes que planteártelo, y eso fue lo que me pasó a mí, pero no sé si tal vez me pasó demasiado tarde ya.

Nunca he sido muy decidida a la hora de tomar resoluciones importantes y aunque los debo de tener por ahí dentro, a veces he pensado que lo que me faltan son un par de ovarios bien puestos para tirar hacia delante con mis ideas. Pero me estaba proponiendo mantenerme firme en mis convicciones, tirar para delante con ellas hasta que demostrase que tenía razón o me diese de narices con la opinión de los demás.
Lo malo de estos temas es que una cosa es lo que uno se planteé y otra lo que te dejen hacer los demás, porque en la vida puedes saber lo que te han influido las personas que conoces, lo que no puedes prever es lo que te van a influir las personas que vas a conocer.

 
                                         (Es que, vamos, ni en mis mejores sueños me lo hubiese imaginado)


No hay comentarios: